Amar la trama más que el desenlace...

El leedor

Él lee... pase a la hora que pase (yo) por el parque, él lee.Tengo esta manía casi voyeur de querer saber qué lee la gente que lee en lugares públicos (en el bondi/tren/subte, en plazas, bares etc). Así fue que lo descubro en Madame Bovary, un librito pequeño de animé (foto) y en el último encuentro en una Nippur deshilachada.
El leedor tiene un puesto de libros en el Parque de los Patricios, en un local exquisitamente caótico, rodeado, pisado, recorrido por gatos varios.
Y no lo veo sino leyendo... juro que lo vi parado abajo de una llovizna insistente y molesta ensimismado en la interminable novela de Flaubert.
Presencié en una oportunidad su trato amable y preocupado a un potencial cliente... él giró, se enfrentó a esa maraña de libros...


... pensó, miró sin mirar, se le animó a una de esas columnas de libros, levantó uno que estaba en la mitad de la pila y sin sacarlo afirmó que no, que a ése no lo tenía. Solo él debe saber el orden y el catálogo completo, es impensable para alguien ajeno.
Me daba vergüenza sacarle foto para escribir esto, pero rápidamente me di cuenta que en ningún momento me registraba... a nadie parece registrar, él está ocupado leyendo.

La luz de mis ojos

Lejos de escribir un poema cursi acerca de un amor imposible, me quiero referir a la luz que día a día nos acompaña en nuestro andar hogareño.
Hasta no hace mucho tiempo, un mortal cualquiera podía acercarse al supermercado o a la ferretería amiga y con el simple comentario/pregunta "¿Me daría un foco de 60?", ya hubiera podido solucionar el inconveniente de cenar con un velador o llevarse puesta una silla después de un arranque incontenible de sed nocturna.
Ahora, los tiempos están más complejos y la modernidad trajo consigo una variedad de dudas (no estoy haciendo un análisis político, sigo hablando de la iluminación).
Ya casi no hay focos (o lo que en mi casa siempre se llamó con tal término), sino lámparas de esas largas, que creo son de menor consumo... pero ése no es el problema que más me moviliza, el problema principal es que ahora iluminan de manera diferente.
Digo, hay algunas que iluminan tipo hospital, y otras que irradian una luz un poco más ¿cálida?
El problema es que con mi insensibilidad abrumadora me cuesta percibir claramente la diferencia y, peor aún, si las lámparas están todavía en su caja y yo tengo que adivinar por su nombre comercial.

O sea, no es que dice "Lámpara tipo Hospital" y "Lámpara tipo más ¿cálida?", en la caja.
Al lector impío que me acusara, por ejemplo, de no aprovechar la tecnología que me brinda la posibilidad de probar in-situ si las lámparas funcionan (teconología que se encuentra cercana a la góndolas donde se exponen dichos adminículos luminarios), a él diré que:
- No uso el aparato porque no estoy seguro de cómo funciona, y prefiero mi ignorancia en secreto, a la vergüenza de exponerla públicamente ante el mal uso de ese aparato del demonio.
- No siempre está.
Y, principalmente... - Las lámparas vienen empaquetadas con ese plástico violentante que no se deja abrir cordialmente... o sea que no vienen preparadas (muchas veces) para ser probadas en vivo y en directo.
Con el riesgo que implica eso, que es el hecho de que tu comedor parezca una sala de espera de hospital público, que es lo que parece este lugar donde este escriba se encuentra en este preciso momento.