Lo que este domingo puede traer.

Soy futbolero. Siempre lo fui.
Desde el patio de mi casa. Desde el centro que terminaba al borde del aljibe (el peligro siempre latente del aljibe). 
Desde la canchita de enfrente de casa donde los sábados y domingos veíamos a "los grandes" desde afuera y que, en la semana, por un ratito era nuestra, y era casi aburrido de lo inmenso de ese terreno. 
Tengo mis enojos, mis reproches, mis malhumores con el fútbol.  
Pero me pasa como con el basquet (mi otro deporte), hay actitudes, momentos, personas, que me devuelven a ese cariño original. 
El fútbol (de eso estoy hablando ahora) puede ser noble, lindo, importante, digno.  
Es cierto, puede ser muchas otras cosas nefastas, lamentables, miserables.  
Pero me quedo con que puede ser eso otro que me vuelve a enamorar de tanto en tanto. 
Poco me importa la parafernalia patrioterista del señor del noticiero fingiendo argentinidad con una camiseta puesta. 
Poco me conmueve el discurso nacionalista donde resulta ser que somos un todo homogéneo, coherente, impecable, sensible y ganador. 
Casi nada de eso somos. 
Habría que ver qué somos. Si es que algo somos. 
Pero de fútbol venía a hablar. 
No puedo evitar emocionarme por estos días con lo que genera esta final del mundial. 
Pero creo entender que tiene que ver con esas conexiones personales que nos vinculan.  
Es cierto que negocio. Que mafia. Que Grondonas. Que la FIFA. Que Bilardos.  
Pero hay algo real (quiero creer en eso). 
Hay algo real en ese abrazo que genera un gol sobre la hora. 
Hay algo real en ese flaco que llora abrazado a un amigo en el medio de la cancha. 
Hay algo real en ese pibe (qué importa si es millonario) que llora corriendo para abrazar a sus compañeros desde la mitad de la cancha. 
Hay algo real en esas lágrimas que se esfuerza en contener frente al televisor. 
Me divierte la idea que repite el tipo de la radio: el fútbol es lo más importante de lo menos importante. 
Por falta de autocrítica seria y por vergüenza creo que lo del ´78 no cuenta. Para mí, por lo menos. 
La heroicidad del ´86 y la épica del ´90 son manifestaciones presentes. Hay algo real allí también. 
Me alegra, me conmueve, me pone feliz por un ratito cuando algo sale bien. ¿Por qué el fútbol no puede ser eso? 
Alegrarme un ratito porque mi equipo (no ya el país, mucho menos lapatria) mete un gol. 
Ponerme contento porque me encanta que los buenos ganen de cuando en cuando. Y ése chico genio se merece ser campeón. 
Sería justo. 
Emocionarme honestamente con ese tipo que poco tiene que ver conmigo pero que su esfuerzo, su entrega, me acerca. Porque me gustaría creer que pretendería imitarlo si estuviera allí.  
Y es real esa admiración. 
Es real que me pueda sentir identificado (aunque no tenga la entrega ni la genialidad) (ni muchísimo menos) porque ese pibito que jugaba a la pelota en el patio de su casa, hacía goles para Boca y salía campeón con Argentina en el mundial.  
Esa conexión es real.  
Y entiendo que como yo hay miles, millones que se conectan de la misma manera. Que no hay mucho para razonar. Que ya sé que el árbitro no me escucha. Y que ya sé que gritar más fuerte el gol no lo va a ser más importante. Pero me conecto. 
que mañana seguro volveré a ser tan ajeno con mucha gente con la que hoy me siento cerca.  
Eso también es real. 
Hoy Argentina puede ser campeón. Y el chico del patio va a quedarse un rato más.  
Hoy Argentina puede perder la final. Y el flaco de 37 se va a sentir triste un rato. Porque las buenos no siempre ganan. Y porque ese chico del patio se va a guardar de nuevo a las fotos y a los recuerdos.  
Por unos años más.  

En breve...


... nuevos laberintos.

Preguntas

Int. /Vagón de tren / Tarde

Una pareja de jovenes (Ella y Él) miran el noticiero de la Televisión Pública en el televisor sin sonido. Él le toca el hombro con la mano cuyo brazo la contiene. Señala con el movimiento ascendente de su mentón una imagen que parecería ser de interés para ambos. Como para que no queden dudas de la eficacia del gesto poco sutil, le dice:

Él: Mirá. Distinguen a Francella.

(Dice Él leyendo textualmente el sócalo de la noticia que seguramente Ella, a esa altura, ya habría leído)

Ella: Aha.

(Pequeño momento de silencio. La mirada de ambos fija en la imagen de un actor reconocido y popular, recibiendo una distinción por parte del jefe de gobierno de la ciudad de buenos aires).

Ella: ¿Y por qué lo distinguen?

Él: (por primera vez mirándola). Y... por las películas... por... por todo lo que hizo.

(La última parte de esta frase "Y... por las películas... por... por todo lo que hizo" la acompaña con un gesto arqueando las cejas hacia arriba y bajando la cabeza. Gesto habitual que tienen muchas personas, cuya búsqueda (la del gesto)(como si un gesto pudiera tener voluntad)(¿no?) es la de generar empatía con su interlocutor. Pretendiendo dar por sentado que ese otro entiende y comparte la información que acaba de ser traída a la charla).

(Ella, insegura, responde).

Ella: Aha.

(Nuevo momento de silencio. Las miradas siguen puestas en la pantalla).

Ella: ¿Y qué hizo?

Fin de día

... y el viernes se va despacito, sonriendo, cantando bajito...


Ser parte de la noticia.



Hay un televisor en el vagón.

Hay un título que me sorprende. Me llama la atención pero se escucha bien.

Mas allá de lo que pueda venir, me surge la sensación que me da cuando me encuentro con una buena noticia.

De repente todos (somos muchos) los que estamos en ese preciso lugar, somos parte de la noticia. Nos incumbe. Nos involucra.

Somos muchos.

Solo dos miramos la tele.

Esperar

Un hombre sostiene la puerta del tren para que otro suba. Camina por el vagón como puede...

Un vendedor vende y grita al mismo tiempo...

Una mujer lee un diario tres días viejo...

Alguien ronca en silencio a su lado...

El hombre atraviesa el vagón furgón donde alguien fuma apoyado en el cartel que lo prohibe...

Una bicicleta se cae y despierta a una pareja que esperaba dormir un poco más...

Sigue caminando, aquel hombre, y acaricia un perro al pasar que mueve la cola en agradecimiento...

Un joven duerme parado y amenaza con caerse...

El maquinista empieza a aminorar la marcha...

El hombre deja ya de caminar, mira por la ventana, empieza a ver los andenes...

Gira y mira hacia el vagón, mira que lo miran...

Busca algo en esas miradas... Busca algo en ese viaje...

Hace 3 meses busca. Espera.

Esperando

Ext. /Estación de tren / Noche

Un joven con morral se acerca a un banco vacío y toma asiento. Espera el tren. Es muy temprano, todavía no amaneció. Un joven (quizás de la misma edad) con gorra y ropa deportiva, se sienta al lado en el mismo banco. Deja a un lado una bolsa verde que llevaba.

Joven 2: (Señalando el morral) Capo, está linda la foto, eh.

Joven 1: (Sonriendo) Sí, ¿no? En realidad es un cuadro.

Joven 2: Está bueno. ¿De qué siglo es?

Joven 1: Debe ser de los años 30-40. Berni se llama el que lo hizo.

Joven 2: Me gusta porque es posta, eh, re bardo de gente.

Joven 1: A mí me hace acordar a viajar en el Sarmiento.

Joven 2: (Ríe) No lo había pensado pero tenés razón.

Esto último lo dice el joven mientras el tren frena frente a ellos. Los dos se levantan. El joven del morral sube en la puerta más próxima, el otro busca espacio en un vagón diferente. El primero, ya dentro del vagón y mientras las puertas se cierran, gira y queda mirando hacia el banco donde había estado sentado. Ve la bolsa verde. Levanta la mirada buscando al otro joven en el siguiente vagón. Imposible verlo entre tanta gente.

Un día después. El mismo viaje.

Hay algo que no se dice. Todos no decimos lo mismo.
No nos miramos para no vernos. (Tampoco es que podríamos decirnos mucho).
Hay algo en el ambiente que se hace sentir.
Lo único que nos queda es hacer de cuenta que no estamos donde estamos, y pretender que en un rato esta convivencia se termina.

El aire es denso.

Pasaron 24 horas. Es el mismo tren. El mismo de ayer, de anteayer y de mañana.
No nos queda otra ¿No nos queda otra?



Hoy viajamos gratis.

En realidad, sólo no pagamos el boleto.

Preguntas que vuelven...

Hay preguntas recurrentes y no está mal que lo sean.
Nos definen y está bueno replantearse algunas cuestiones todo el tiempo... dudar de uno mismo, confirmarse en ideas, reformular pensamientos...
Recuerdo la sensación, esos nervios, esos ojos bienabiertos a pesar de tantas horas de viaje y del cansancio... llegar a Charata era incomparable, renovador, dichoso.
Y el tiempo pasa...
Me fui dando cuenta que eso que sentía estaba más en las personas que me esperaban que en ese espacio geográfico... Todavía hay personas que quiero allí. El resto de mis charatas están por otros lugares y siguen generando lo mismo que hace años...
Me gusta el recuerdo igual, ese basquet a la mañana temprano, la casa de mis abuelos, el recreo en la 142, la estampita de la misa... eso también es el charata que va conmigo.

A veces (sólo a veces) la casa está en orden.