Dentistas

Ir al dentista es una de las situaciones que más esquivo. Debo tener en 32 años, una veintena de turnos perdidos por hacerme el gil.. y sólo reparo en que generar eso no está bueno, cuando estoy obligado a volver.
Caigo en todos los lugares comunes a la hora de mi relación con el profesional "dentario"... que me molesta el ruido del torno, que me jode mucho no sentir media cara por culpa de la anestesia, que se olvide el adminículo que te saca la saliba (sobre esto hay que hacer una denuncia, esas cosas no son efectivas, la saliba sigue estando), que no comprenda el límite de apertura que tiene mi boca y siempre me pida que abra más, que me haga preguntas cuando sabe que en realidad cualquier respuesta puede ser un "eeegrrgghh", que trate de explicarme el procedimiento cuando claramente entiendo un 3,4% de su exposición... y todo el resto que a todos nos molesta.
Pero hoy he sido partícipe, pasivo digamos, de una situación en la que nunca había estado... me extrajeron una muela. Sí, nada de otro mundo, la anestesia, la saliba, la mandíbula dolorida, la pregunta sin respuesta, todo eso... pero que el señor esté con sus dos manos poniendo todo el esfuerzo en sacarme una parte de mi cuerpo, que se note en su respiración que le está costando, sentir, no ya dolor (por suerte porque si no me desmayo), pero sí sentir cómo se quiebra algo adentro de tu boca, o cómo se desgarra algo... fue un mommento sumamente tenso... por un momento pensé que el dentista estaba cual dibujo animado con sus piernas contra mi pecho y haciendo fuerzas con sus manos para arrancar la muela... Obviamente y siendo coherente con mi cobardía mantuve los ojos cerrados durante todo el momento... en realidad esto tiene que ver con otro mambo mio que tiendo a tentarme cuando siento que el profesional está muy cerca... pero eso será motivo de otra entrada.

1 comentarios:

Tomás en Shorts dijo...

hay vieja, es terrible.

esa sola imagen ya me hizo doler todo el cuerpo.