El tren de las 12:05

Era siempre el mismo tren. Esa cosa de la practicidad de la rutina... sabía que llegaba justo a tiempo a la facultad.
Nunca fui muy metódico en cuanto al viaje (salvo por el horario), quiero decir que no importaba por qué puerta entrara o si buscaba sentarme o no... en esta clase de liviandades no tengo problemas en improvisar.
Pero ese día me subí en el primer vagón...
Creo que iba leyendo algo cuando por curiosidad, en Ballester, levanté la mirada y vi entrar a Lorena.
Ella es la hermana de un amigo, con la que había tenido poco trato (por ponerlo en términos positivos), pero que sin embargo había dejado un rastro en mí... bonita, interesante...
Con el menor de los recaudos y la torpeza intacta, me acerqué a saludarla... que se acordara de mí y que no la incomodara mi presencia fueron datos reveladores y tranquilizadores.
Descubrí así que por un tiempo habíamos estado compartiendo viaje sin saberlo... incluso compartíamos la estación de destino, es que la escuela donde ella enseñaba estaba a unas cuadras de mi facultad.
Entre Borges, Dolina y Silvio Rodriguez se basaron nuestros primeros diálogos... de los dos últimos podía yo conversar alguna cosa medianamente interesante, pero del primero no podía mas que repetir algunas ideas escuchadas y comunes... así que luchaba para que mi pose postadolescentepsedointelctualoide se mantuviera activa...
Los días/trenes/viajes transcurrían... y con ellos la rutina de nuestro encuentro...
Debo reconocer que me gustaba... así que el comentario que me hizo (alguno de esos días) acerca de la ruptura de la relación con su novio fue una bocanada de frescura en mi humanidad...
Sabía que estábamos cerca de su cumpleaños... las estrellas se habían alineado... el destino me estaba guiñando un ojo... era el momento indicado para hacer el movimiento correcto... tenía que planearlo bien... ser sutil, sensible pero concreto, directo... no podía dejar pasar la oportunidad...
Así llegué a ese día... en mi mochila, escondido, un libro de Dolina dedicado por él, para ella...
El plan era preciso... yo la acompañaría hasta la escuela y al despedirla sacaría el regalo y se lo daría sin más... seguramente diría algo cursi y me iría tranquilo, y la dejaría pensando en mí, en ese gesto...
Efectivamente la acompañé hasta su escuela... pregunté qué regalos había recibido, eso me daba pie a que le diera el mío... mientras yo abría la mochila en busca del libro escuché que me decía que su novio le había regalado el último libro de Dolina...

Por unos momentos caminé mirándola hablar pero no escuchaba qué decía... cerré mi mochila disimulado y me despedí como si nada hubiera pasado...

Al día siguiente... el mismo tren... pero no la esperé en el primer vagón... la vi entrar... después de un rato me acerqué a ella con una hoja en la mano...
- Ésta es la única diferencia entre el regalo de tu novio, y el mío... que la pases bien. - Dije, dejándole la hoja y alejándome de ella para siempre.
En la hoja con letra apurada se leía:
Lorena:

¿Es siempre el mismo libro?

Alejandro Dolina

Desde ese día me tomé el tren de las 12:12.

3 comentarios:

Minerva dijo...

Rol, muy tragicomico lo suyo! Quizas el error fue que se embaló y se dio manija y en el camino se perdió de escucharla a ella...

Mariann dijo...

ufa, ya lo conocía.

Mamá Punk! dijo...

pobre Rol!
tu plan perfecto quedó hecho polvo!