De vez en cuando me encuentro, sin buscarlo, con lugares que parecen haberse quedado en el tiempo... Cerca de casa hay por lo menos una zapatería, una farmacia y una mercería que, desde la vidriera, la ambientación e incluso los que atienden, parecen estar en los '60.
Primero aparece una idea aprobatoria acerca de quienes no se suben a la orda manipulada por la modernidad a cualquier costo, pero después, la duda por el origen de esa rebeldía... acaso no sea una búsqueda sino el resultado de una (otra) exclusión.
Gracias a la falla de mi bicicleta, he conocido a una bicicletería (apostaría que está igual que hace 30 años) que entra en esa descripción. Este local, a diferencias de otros, no me generó rechazo, ni la idea que el dueño había perdido algún tren que lo acercara a la fecha... él, de unos 80 años, sólo, atiende en su local, tosco, de pocas palabras, rodeado de almanaques viejos, posters semi caídos, cajitas viejas en armarios añejos... se toma su tiempo, se nota que sabe lo que hace y que lo hizo toda su vida... en la puerta, el cartelito de horarios aclara que abre a las 14 y se va a las 19... me imagino inmediatamente que es el arreglo que llegó con sus hijos...
- Trabajo menos, pero no me vendan el local - podría haber dicho alguna vez.
Le saco una foto sin que se dé cuenta (está muy concentrado, aunque yo hubiera hecho ruido, él no lo hubiera notado), y termina su trabajo. Le agradezco su atención, él no dice nada. Me pregunto si tendrá mucha clientela, y un flaco, bicicleta en mano, me responde con su presencia.
Sé que voy a seguir volviendo... a pesar de que sus precios estén tan actualizados.